martes, 22 de marzo de 2011

1999 o como volver a los caballos de cartón

Hasta aquí llegó el ritual de enfados y canibalismo estúpido, ni tu ni yo damos para más y sabemos que esta noche pondremos punto y final a lo nuestro en esta ciudad que ni es la tuya ni la mía pero que nos une inexplicablemente. Era ilógico pensar que no tendríamos un final con aquel principio tan extraño que tuvimos en tu casa… si podemos decir que aquel momento fue el primero, yo creo que nuestro principio surgió la primera vez que cruzamos una mirada… tu arriba y yo abajo.

Desde que nos hemos despertado en tu casa, en la que por la ventana se ve el mar, tengo ese presentimiento de que hoy no nos acostaremos siendo dos, si no uno. Por eso en la distancia te observo y congelo cada instante en mi mente sabiendo que son los últimos. Cuando se apagan las luces nos montamos en aquel taxi después de esperar en la parada helados de frio, y te digo que no tengo ganas de continuar ni de fingir , tú no dices nada mientras garabateo frases sobre el vaho de ventana escondida detrás de una gran bufanda rosa de lana que pica.

Con la calma que te caracteriza me dices que me relaje, tu mirada serena parece aliviada, más de lo que ha estado estos últimos meses, y efectivamente me lo confirmas al decirme que terminar con lo nuestro para ti es quitarte un peso de encima. Mis ojos húmedos ven como mueves las manos, parecen flotar a mil kilómetros de mi y sólo nos separan los pocos centímetros de la parte trasera de aquel taxi, pero tu estás ya en otro mundo, en el que todo ha terminado bien, en el que estás relajado... y yo en el mío quiero seguir y continuar mintiendo, pero no digo nada cuando la puerta del taxi se abre y te bajas, quiero gritar que no quieras bajar, que sigamos hacía el mar y nos metamos en tu habitación azul olvidándonos del mundo que nos rodea y centrarnos en nosotros dos. A cámara lenta veo como te das la vuelta para cerrar la puerta y susurras un ‘que sea cierto el jamás’. Esa frase que tanto ha significado para los dos y que tantas veces hemos dicho y escrito en cualquier parte.

Desde aquella noche helada en aquella ciudad ha pasado una semana, yo sigo en ella pero tu te fuiste al día siguiente a la tuya. Hecha un ovillo en un sofá que no es el mío veo la lluvia golpear en la ventana con la mirada perdida de la misma forma que miraba por la ventanilla de aquel taxi. Me hice pequeñita en esa parte de atrás, el taxista me miraba sin decir nada y yo sólo pude balbucear una dirección, aquella que dejé para irme contigo unos meses atrás.

1 comentario:

  1. pon un taxista en tu vida!! ajajajaja, la foto de tu blog es tan llamativa que llevo como 20 min leyéndote sin parar!! menudo vicio!!
    http://skatalinagregoriana.blogspot.com/

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